oración vocacional

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BAUTISMO



AUTOR




Esta tabla, pertenece a un retablo plegable que se componía de dos hojas y tres escenas en cada hoja. Fue encargado por Felipe II, el Atrevido (1342 – 1404), duque de Borgoña y conde de Flandes desde 1384, a la escuela de la corte borgoñesa para llevarlo en sus viajes y fue donado por él a la cartuja de Champmol que había fundado en 1383. De su existencia en el monasterio hay pruebas a partir de 1404.


¿Quién es el pintor? Avanzo una opinión. El pintor de este retablo pudiera tener nombre: Jean Malouel, nacido c. 1365 en la provincia holandesa de Güeldres y fallecido en Dijon c. 1415. Se trasladó de Flandes a Borgoña llegando a ser el pintor de la corte. Comenzó a utilizar el óleo y aunque se conocen pocas obras, algunas de ellas, como la Santísima Trinidad con la Virgen tienen grandes semejanzas con el autor de El Bautismo de Cristo. Además, es conocedor de la técnica del icono como se aprecia en su obra, La Virgen con el Niño.


Estamos pues, en la transición del gótico al renacimiento.



LA VOCACIÓN COMIENZA POR SER TU MISMO/A


Por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.

En cuanto salió del agua vio rasgarse los cielos y al Espíritu descender sobre él como una paloma.

Se oyó entonces una voz desde el cielo:

- Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco (Mc 1, 9--1).

 

En el Bautismo del Señor nos acercamos con admiración y belleza al momento en el que Dios Trinidad pone a Jesús en evidencia ante el mundo. Aquel pobre penitente venido de Nazaret en Galilea que pasa desapercibido en medio de la gente, es EL HIJO AMADO DE DIOS. Y en esa revelación Dios le entrega a Cristo su vocación-misión.


El Bautismo de Jesús, y en él nuestro bautismo, es el momento culminante de la revelación y la acción de Dios sobre Él y sobre nosotros. El Bautismo es el momento en que la fuerza de Vida del Espíritu nos hace hijos en el Hijo para siempre y en este acontecimiento va escrita nuestra propia vocación.


Jesús recibe como paloma de paz, el Espíritu Santo que se posa en su hombro y, en ese momento, todos reciben la Voz que viene desde los bosques como en el cuadro: ESTE ES MI HIJO AMADO, ÉL ES MI COMPLACENCIA.


La voz de Dios no manda tareas a Jesús. Podría haber dicho: Éste es Jesús de Nazaret, es mi propio Hijo, que envío como Mesías para que libere al mundo de todo mal, de todo daño, de toda idolatría. La Voz sagrada dice: ES MI HIJO.


La vocación comienza en ser uno mismo. Es lo que Dios ha hecho a través de las mediaciones normales de la naturaleza, la humanidad, la historia. Por eso, hay que bucear continuamente en lo que somos. Y cuando el buen Padre nos permite entrar al fondo del corazón encontramos una voz conmovedora: ERES MI HIJO. Y esa voz comienza a concretarse en una forma de ser, de manifestarse, de estar en el mundo.


Esa forma del ser que es la vocación, podemos describirla a través de varios rasgos:

-     Es dada, gratuitamente, no la has conseguido y conquistado por tus méritos y tú la percibes de inmediato.

-     Te lleva a la plenitud de tu ser. Cuando actúas tu propio ser, percibes con claridad ése eres tú al desnudo.

-     La vocación es ser-con-el-otro. No podrás desarrollarte sin la ayuda de los otros y el proyecto común.

-     Es gratificante. En el centro de ti mismo el Señor ha puesto la fuente de la felicidad. De ahí te alimentas y alimentas a los demás.

-     Es pacificante. Sabes que en ese rincón del ser eres tú mismo y eso te llena de gozo y de paz.

-     Es para el otro. Con naturalidad sale de ti lo que eres, mana sin violencia. Llega al otro, a la naturaleza y a la historia y llega con bondad.

 

Por eso en este itinerario sobre la vocación a través del arte hoy hemos llegado a un punto esencial: LA VOCACIÓN CONSISTE EN SER GOZOSAMENTE TÚ MISMO.



DESCRIPCIÓN DEL CUADRO


 

Bautismo de Cristo, (c. 1400) (Políptico, exterior ala izquierda).

Retablo de viaje plegado de cuatro tablas con seis escenas. Óleo y temple (?) en pan de oro sobre tabla. Borgoña, procedente de Flandes. (37,2 x 26,5 cmtrs). Las tres primeras escenas (dos tablas) se hayan en el Museo Walters, Baltimore, EE.UU. Las tres restantes (dos tablas) están en el museo Museo Mayer van den Bergh, Amberes, Bélgica.

 

La descripción del políptico es la siguiente: Primera tabla: en el ala exterior izquierda, El Bautismo; en el ala interior izquierda, La Anunciación. Segunda tabla, El Nacimiento. Tercera tabla: La Crucifixión. Cuarta tabla: en el interior, Resurrección del Señor; en el exterior, san Cristóbal. De tal modo que al cerrar el retablo se verían dos pinturas referentes al agua: El Bautismo de Cristo y san Cristóbal.


Es una pintura poco conocida del Bautismo de Cristo y llama atención por el estilo de la pintura (finales del gótico), la  claridad e inocencia que nos transmite.  Vamos a mirarla despacio. Lo importante del cuadro son las figuras.


El centro de la imagen lo ocupan los rostros de Juan Bautista y Jesús. Aquél, quien bautiza, por encima de éste, el bautizado. Llama la atención, como os digo, la claridad de los cuerpos.


Por una parte, Juan Bautista vestido con piel de camello es imagen del penitente perdonado. Su barba larga y el pelo abundante nos hablan del profeta del desierto. Se arrodilla en medio de un jardín de flores en la orilla del río.


Jesús en su cuerpo desnudo. Con su mano derecha bendice, también al Bautista. Está mirando de izquierda a derecha. La bendición viene de Dios. Y con su mano izquierda se cubre con pudor. Sólo el agua y los peces que le rodean forman ese vestido transparente que nos manifiesta al Jesús que ha entrado en las aguas del mundo y lo ha hecho desnudo, como todo ser humano[1].


Pero hay más personajes. A la izquierda, arriba está El Padre de los cielos que envía su rayo de luz, la luz de su Palabra que es el Espíritu en forma de paloma que divisamos volando sobre la cabeza de Jesús. Luz que sale de su pecho. El Padre Dios tiene la bola del mundo en su mano izquierda y bendice con la derecha igual que Jesús. De su cabeza salen rayos fuertes y largos y Él se esconde en la espesura del bosque, en medio de la creación. Se oculta entre las ramas de los árboles (parecen robles con el envés plateado y con las mismas bayas blanquecinas).


A la derecha, arriba, está el ángel del Señor. Sostiene una túnica sin costuras, de color granate que es imagen corporal de Jesús, de su encarnación. Jesús da su amor, su sangre. Es el testigo, el mártir. El Bautismo es consagración, entrega hasta la muerte.


Por encima de todos, un amanecer-atardecer rosáceo, al estilo de los iconos, que nos trasmite el calor de la vida.


 
[1] Ese Jesús que entregó su vida también desnudo en la cruz, destrozado por nuestros pecados entre la sangre y el agua que abrió la lanzada.

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