oración vocacional

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MATEO

AUTOR


Marino van der Reimerswale. Reimerswaal (Países Bajos), ca. 1489 - Goes (Países Bajos), ca. 1546

 


Se sabe muy poco de su formación y su biografía, aunque se cree que comenzó su carrera artística en Amberes. Antes de 1531 regresó a Zeeland, su ciudad de origen, y posteriormente se estableció en Goes, donde se le menciona por última vez en 1546.


Como muchos pintores contemporáneos, se especializó en temas tanto religiosos como profanos que copió y desarrolló en múltiples pinturas. Entre los temas religiosos podemos destacar la representación de San Jerónimo, donde se aprecia la clara influencia de la pintura del mismo tema de Alberto Durero,  1521 (Museo Nacional de Arte Antiga, Lisboa), y La vocación de san Mateo.

 

En cuanto a los asuntos civiles, destacan sus retratos de grandes comerciantes y de la alta burguesía mercantil, de los que llega a realizar auténticas sátiras. La crítica a la avaricia y a la codicia de forma caricaturesca es una constante de estas pinturas. Los temas repetidos son El recaudador de impuestos y una composición conocida como El cambista y su mujer. Este último representa agentes de la administración y gestión económica municipal. Ambos están directamente relacionados con obras del mismo tema de Quintin Massys y de la que se conocen numerosas versiones. 

 

También existen varias versiones de Los recaudadores de impuestos, siendo la mejor de Marinus la del Louvre.


Estos nuevos temas en la pintura del género relacionados con el mundo financiero gozaron de gran éxito en España y en Italia, lo que explica que se importaran con frecuencia

 

 Fransen, B. en: E.M.N.P, 2006, tomo IV, p. 1854,  actualizada por Christine Seidel en 2020.



VOCACIÓN: LLAMADA A SALIR DE LAS TINIEBLAS


Después de esto, salió y vio a un publicano, llamado Mateo,

que estaba sentado en su oficina de impuestos,

y le dijo: Sígueme.

Él dejándolo todo, se levantó y lo siguió.

(Lc 15, 27)


La oficina. Una situación de los tiempos modernos. Lo que nos presenta Marinus lo conocemos bien. Todos hemos sido atendidos en múltiples ventanillas, mostradores o mesas de atención al cliente.


La oficina es imagen de nuestro mundo. Porque además se respira mal, el ambiente está cargado. Son ambientes cerrados, sin mucha ventilación. En el cuadro se ve una ventana. Pero, ¿qué hace una ventana abierta al mar en una oficina como ésa? Los colores son chocantes: azul celeste contra bermellón aviejado.

 

Obsesión por las cosas. Una oficina de cambio como esa, nos muestra la proliferación de objetos que nos hablan de muchas tareas a realizar. Son objetos “para el trabajo”: Monedas, recibos, tableros, tintero, escudilla, cálculo, racimos de papeles, la mano en la pluma, las cajas con recibos o billetes, … ¡qué agobio!


Lo que produce el cansancio no es el trabajo sino la ansiedad con la que hemos diseñado nuestros trabajos. 


Hemos trabajado duramente...  ¡para que los objetos nos esclavicen! La obsesión por los objetos se convierte en la idolatría de los objetos. 

 

Pero siempre existen las miradas. Nuestra mirada se puede salvar del desorden de los objetos que nos requieren con su sonsonete y sus perfiles tajantes. La mirada a diferencia de un objeto no se puede calcular. Sobrepasa la línea de dirección y la de perspectiva. La mirada va cargada de persona. Sea consciente o inconsciente, sea intencionada o robada. Cuando miramos siempre nos enviamos. La mirada es carril de vocación.

 

Y aquí sí, quiero anunciar esa buena noticia del Señor: llamados a salir de las tinieblas a la luz admirable. Los evangelios nos hablan de Jesús que miraba a los ojos de las gentes, especialmente de sus discípulos. El texto de san Lucas nos da tres verbos esenciales: Jesús salió, vio y llamó. Acaso Mateo no sabía bien qué era lo que pasaba. Jesús, sí. Es verdad que el llamado de Jesús nos pide dejar atrás el entramado oscuro que nos hace cautivos.


Si quieres caminar en la luz y revestido por la luz hay que salir al mar, es necesario que te fíes de la llamada que el Señor ha sembrado en ti. Esa llamada te construye y te dignifica, te ubica en lo fundamental de la vida: el dolor, el amor, la fiesta, la muerte, la fecundidad y la trascendencia, y deja a un lado los objetos intrascendentes.



DESCRIPCIÓN



Llamada a Mateo, 1536, óleo sobre tabla, 117,2 x 135,2 cm

Museo de Schone Kunsten, Gante, Bélgica. 


                 

El cuadro que os presento se haya en Gante, Bélgica, es una de las versiones del tema. Otro cuadro con otra configuración, más austero en los temas y el escenario, está en el Museo Thyssen de Madrid.


El color bermellón que da ambiente al cuadro nos sugiere una escena antigua que enmarca una escena actual, de la vida ordinaria. En la zona media del cuadro están los rostros de los personajes acentuando la palidez de casi todos ellos, como si la luz blanca tuviera su sitio en un lugar oscuro. Las ropas terciopelo grismarengo de los personajes centrales nos llevan hacia la seriedad del tema. Mientras, el azul celeste de la puerta de la izquierda arriba nos abre al horizonte que es el mar. Una fortaleza en el cabo y nubes oscuras sobre el horizonte.


Es un cuadro de personajes y objetos en una red intrincada de cosas y actitudes en la que pone orden una mirada recibida, como veremos. Hay diez rostros en los que sobresalen el rostro de Cristo y el rostro del jefe de los recaudadores elevado en un pupitre.


Hay dos grupos de personas. El jefe de recaudadores, el escribiente, el hombre atendido, el hombre que enseña un billete para que le atienda el jefe, el anciano que recuenta las monedas y el otro detrás de él, contrastan con los demás rostros más claros. Junto a éstos, el rostro de Jesús tiene detrás de sí (en seguimiento) tres más que hablan y se miran a los ojos. El rostro claro y luminoso de Jesús parte la escena. Al lado derecho la oscuridad de la construcción y el manejo de las monedas y recibos clavados en ganchos. Al otro la puerta que da al mar azul lleno de luz.


Luego vienen las cosas. El pintor ha dedicado un especio muy especial arriba a la derecha a un puñado de recibos clavados en ganchos (el archivador de la época). Hay hasta cuatro racimos de papeles arrugados y escritos.


Las actitudes son patentes y aleccionadoras. Jesús se mantiene en pie y de frente (sólo él), volviendo la cara a la derecha. Mateo levantado sobre su pequeño estrado e inclinado con las manos cruzadas sobre el pecho. Sobre la espalda de Mateo están los recibos como un peso tan enorme que encorva al hombre y quizá le amarga la vida. El hombre joven que da la espalda a Jesús, fijos los ojos en lo que escribe el auxiliar, es suficiente predicación.


Y por último las miradas. La principal la de Jesús a Mateo. Jesús mira fijamente y con intención. Sólo miramos así cuando queremos atraer la atención de otra persona. Mateo recibe la mirada de Jesús. Está inclinado y no se atreve a mirar de frente.

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