oración vocacional

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POEMAS LLAMADA

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MERECE LA PENA
 
Luis García Montero

                                                             
Sobre las diez te llamo
para decir que tengo diez llamadas,
otra reunión, seis cartas,
una mañana espesa, varias citas
y nostalgia de ti.
 
Sobre las doce y media
llamas para contarme tus llamadas,
cómo va tu trabajo,
me explicas por encima los negocios
que llevas en común con tu ex-marido,
debes sin más remedio hacer la compra
y me echas de menos.
El teléfono quiere espuma de cerveza,
aunque no, la mañana no es hermosa ni rubia.

Sobre las cuatro y media
comunica tu siesta. Me llamas a las seis para decirme
que sales disparada,
que se queda tu hijo en casa de un amigo,
que te aburre esta vida, pero a las siete debes
estar en no sé dónde,
y a las ocho te esperan
en la presentación de no sé quién
y luego sufres restaurante y copas
con algunos amigos.
Si no se te hace tarde
me llamarás a casa cuando llegues.
 
Y no se te hace tarde.
Sobre las dos y media te aseguro
que no me has despertado.
El teléfono busca ventanas encendidas
en las calles desiertas
y me alegra escuchar noticias de la noche,
cotilleos del mundo literario,
que se te nota lo feliz que eres,
que no haces otra cosa que hablar mucho de mí
con todos los que hablas.
 
Nada sabe de amor quien no ha perdido
por amor una casa, una hija tal vez
y más de medio sueldo,
empeñado en el arte de ser feliz y justo,
al otro lado de tu voz,
al sur de las fronteras telefónicas.



LOS HERALDOS NEGROS

César A. Vallejo


Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!


Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.


Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.


Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.


Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!




LLAMAN A LA PUERTA

Roberto Juarroz


Llaman a la puerta.
Pero los golpes suenan al revés,
como si alguien golpeara desde adentro.

¿Acaso seré yo quien llama?
¿Quizá los golpes desde adentro
quieran atrapar a los de afuera?
¿O tal vez la puerta misma
ha aprendido a ser el golpe
para abolir las diferencias?

Lo que importa es que ya no se distingue
entre llamar desde un lado
y llamar desde el otro.





SONETO V

Salvador Rueda


Tíñese el mar de azul y de escarlata;

el sol alumbra su cristal sereno,

y circulan los peces por su seno

como ligeras góndolas de plata.


La multitud que alegre se desata

corre a la playa de las ondas freno,

y el musculoso pescador moreno

la malla coge que cautiva y mata.


En torno de él la muchedumbre grita,

que alborozada sin cesar se agita

doquier fijando la insegura huella.


Y son portento de belleza suma:

la red, que sale de la blanca espuma;

y el pez, que tiembla prisionero en ella.




      HACIA LA LUZ

Claudio Rodríguez


Y para ver hay que elevar el cuerpo,

la vida entera entrando en la mirada

hacia esa luz, tan misteriosa y tan sencilla,

hacia esa palabra verdadera.


Ahora está amaneciendo y esta luz de Levante,

y cenicienta,

que es entrega y arrimo

por las calles tan solas y tan resplandecientes,

nos mortifica y cuida,

cuando la sombra se desnuda en ella

se alza la promesa

de la verdad del aire.


Es el olor del cielo,

Es el aroma de la claridad,

cuando vamos entrando a oscuras en el día,

en la luz tan maltrecha por lo ciego

del ojo, por el párpado tierno aún para abrir

las puertas de la contemplación,

la columna del alma,

la floración temprana del recuerdo.


Tú luz nunca serena,

¿me vas a dar serenidad ahora?




EL VIENTO

         Claudio Rodríguez


Dejad que el viento me traspase el cuerpo

y lo ilumine. Viento sur, salino,

muy soleado y muy recién, lavado

de intimidad y redención, y de

impaciencia. Entra, entra en mi lumbre

ábreme ese camino

nunca sabido: el de la claridad.

Suena con sed de espacio,

viento de junio, tan intenso y libre

que la respiración, que ahora es deseo

me salve. Ven,

conocimiento mío, a través de

tanta materia deslumbrada por tu honda

gracia.

Cuán a fondo me asaltas y me enseñas

a vivir, a olvidar,

tú, con tu clara música.

y cómo alzas mi vida

muy silenciosamente,

muy de mañana y amorosamente

con esa puerta luminosa y cierta

que me abra serena

porque contigo no me importa nunca

que algo me nuble el alma.




RECINTO, VIII


Carlos Pellicer


Tú eres más que mis ojos porque ves
lo que en mis ojos llevo de tu vida.
Y así camino ciego de mí mismo
iluminado por mis ojos que arden
con el fuego de ti.
 
Tú eres más que mi oído porque escuchas
lo que en mi oído llevo de tu voz.
Y así camino sordo de mí mismo
lleno de las ternuras de tu acento.
¡La sola voz de ti!
 
Tú eres más que mi olfato porque hueles
lo que mi olfato lleva de tu olor.
Y así voy ignorando el propio aroma,
emanando tus ámbitos perfumes,
pronto huerto de ti.
 
Tú eres más que mi lengua porque gustas
lo que en mi lengua llevo de ti sólo,
y así voy insensible a mis sabores
saboreando el deleite de los tuyos,
sólo sabor de ti.
 
Tú eres más que mi tacto porque en mí
tu caricia acaricias y desbordas.
Y así toco en mi cuerpo la delicia
de tus manos quemadas por las mías.
 
Yo solamente soy el vivo espejo
de tus sentidos. La fidelidad
del lago en la garganta del volcán.




TÚ LLAMAS A MI PUERTA

Manuel Pérez Gil

 

                Tú llamas a mi puerta

                 y no respondo;

                 a platicarme vienes,

                 y no te oigo.

 

                 Te apartas de mi vera,

                 y se desmaya

                 mi vida al contemplarse

                 tan desolada...

 

                 ¿Qué misterio arcano,

                 mi dulce Dueño,

                 nos separa a los dos

                 en este sueño?

 

                 Tú me vienes a ver,

                 y yo me oculto;

                 y anublas tu belleza

                 cuando te busco...



GÉNESIS

Eloísa Pardo

 

Fue un parto laborioso el de mi madre.
La comadrona me dejó a un lado de la cama,
—no respira—sentenció
y se ocupó de la mujer exhausta.

Yo callaba porque,
desde pequeña,
me creí poco.

Entró mi abuelo a la alcoba,
alarmado por mi tardanza,
por mi falta de protagonismo.

Me rozó con los dedos, largos y calientes,
de su mano derecha,
en la izquierda llevaba un libro abierto.

—Ha sido un milagro—, se disculpó la vieja matrona.


Mi abuelo sabía que fue el olor de las letras
lo que me volvió a la vida.
Eso y el misterio de su voz
cuando,
mientras me besaba,
me proponía escuchar
el final de la historia.




HIMNO A LA CLARIDAD

Raquel Lanseros


A cambio de mi vida nada acepto.

¿Qué se puede ofrecer que valga más

que el calor de la llama, que la espiga

convocada a ser grano, que la noche

que dentro ya contiene el joven día?


Escucho mis pisadas sobre el suelo.

A lo lejos, alguien también las oye.

Tañido lastimero de campanas

en su oído. Eco de brasas tiernas

en el mío, que todavía es temprano

y en el cuerpo palpita el pulso errante.


Me pongo por testigo en esta hora,

cuando la lluvia lava más que riega

y los libros liberan más que nutren.


¿A qué esperáis? Encended los caminos,

que empapen bien los ojos. Recorredlos

mientras haya una lumbre en los pulmones,

mientras un niño aguarde su ocasión

de convertirse en hombre, mientras verbos

de orígenes distantes desemboquen

en una voz unida, mientras reinen

las noches que nos prenden, abrazad

el destello arcilloso de la tierra

que es nuestro hogar común,

el verdadero.


A cambio de mi vida nada acepto,

aunque sepa -y bien que eso me duele-

que no siempre es el justo el encumbrado.

La luz es un oficio fugitivo,

impenitente en su aversión al óxido.


Aun así, yo me aferro a esta urdimbre,

a esta pila de huesos que me suman,

a este rayo en proceso, presentido

en su persecución de lo inefable.

La profecía acampa frente al cielo

con los párpados tersos y se afana

en avanzar en base a lo avanzado.


Que nada nos detenga. La llamada

del infinito debe obedecerse.

Soberana inquietud que nos animas,

enséñanos a merecer el néctar

de estos días que nos tocan. Muéstranos

un modo de luchar contra el vacío

de este dulce interludio. Que la fe

en la alegría posible no abandone

ni la razón despierta ni el recuerdo.


Sé que tengo sentido porque vivo,

y sé que no hay dolor ni menoscabo

que puedan inmolar esta fortuna

de ser en el presente, de existir,

de sentirme el orfebre del instante.


Yo soy mi propio riesgo. Doy por cierta

la sed de infinitud que me espolea.

Ante el placer de respirar me postro.


No hay verdad más profunda que la vida.




BALADA

Francisco Villaespesa


Llamaron quedo, muy quedo

a las puertas de la casa…

¿Será algún sueño, le dije,

que viene a alegrar tu alma?

- ¡Quizás! contestó riendo.

Su risa y su voz soñaban.


Volvieron a llamar quedo

a las puertas de la casa...

¿Será el amor? grité pálido,

llenos los ojos de lágrimas.

- Acaso, dijo mirándome...

Su voz de pasión temblaba.


Llamaron quedo, muy quedo

a las puertas de la casa...

¿Será la muerte? yo dije.

Ella no me dijo nada…


Y se quedó inmóvil, rígida,

sobre la blanca almohada,

las manos como la cera

y las mejillas muy pálidas.




MIENTRAS BAJA LA NIEVE

Gabriela Mistral


Ha bajado la nieve, divina criatura,

el valle a conocer.

Ha bajado la nieve, mejor que las estrellas.

¡Mirémosla caer!


Viene calla-callando, cae y cae a las puertas

y llama sin llamar.

Así llega la Virgen, y así llegan los sueños.

¡Mirémosla llegar!


Ella deshace el nido grande que está en los cielos

y ella lo hace volar.

Plumas caen al valle, plumas a la llanada,

plumas al olivar.


Tal vez rompió, cayendo y cayendo, el mensaje

de Dios Nuestro Señor.

Tal vez era su manto, tal vez era su imagen,

tal vez no más, su amor.




EVANGELIO DEL DÍA

Manuel Mantero


En aquel tiempo

un joven se acercó a Jesús

entre la turba.

Por sus ropas y el uso de su hablar

supieron todos que era de otra tierra.


-Señor, ¿qué haré

para salvarme?


-Sé puro.


(¡Oh lecho sosteniendo barro y llama,

airadas ingles,

lucha sin fin, azada y cúpula!)


El joven contestó:

-Señor, soy puro, ¿basta

con eso?


Y Jesús: -Deja

tus riquezas y sígueme.


(¡Palacios, terciopelos y jardines,

vino en cristal tallado,

joyas para el honor o la delicia,

seguridades de color de púrpura!)


Y el joven contestó:

-Soy rico, pero todo

lo dejaría, bien lo sé, por Ti.


Jesús

lo miró dulcemente.

Le preguntó:

-¿En qué país

naciste?


-Señor –respondió el joven-,

nací en España.

Y Jesús: -Deja a España

y sígueme.


(¡La estrella, el patio y el silencio,

la roca entre el olor de la maleza,

la piel herida de la madre,

la entraña y la ceniza y el clavel,

llaga de amor con desamor besada,

patria de fe, glorioso matadero!)


El joven

volvió sus pasos,

bajó la frente y empezó a llorar.




 ARCÁNGEL DE SILENCIO

Clara Janés

   

   También bajo la tierra brota amor,

    la verme blanca y la mosca azul

    que a los huesos cortejan,

    dando paso a un gemido

    que acuna las raíces.

    Y en la sumisa mansedumbre

    del despojo la mutación se inicia.

    Vosotros, los que mi voz

    ajena a vuestra voz considerasteis,

    vedla emerger ahora vegetal,

    como yo veo la leve niebla

    debajo de los párpados cerrados;

    ved cómo nace en las madreselvas

    el néctar que un día

    entregó mi boca al poema

    y me torno amoroso silencio

    en su perfume.

 




TE VOY A RESCATAR

Juan José Alcolea


Te voy a rescatar de tus pedazos

y hacer un hombre nuevo

con tus sombras.


Procura no gritar,

                           habrá retales

que habremos de ofrecer a los gusanos

para que puedan

seguir dando su jugo a las adelfas

con todos los derribos de la tarde.


No te preocupes,

                          cuando te acabe

te habrás desabrazado de tu sombra

y el verbo habitarás como presencia.


Tuviste suerte

                      la noche en que

acercándote a mi esquina

pusiste entre mis labios un poema

y no pediste precio por mi boca.




CUANDO A TU MESA

Carlos Pellicer


Cuando a tu mesa voy y de rodillas

recibo el mismo pan que Tú partiste

tan luminosamente, un algo triste

suena en mi corazón mientras Tú brillas.


Y me doy a pensar en las orillas

del lago y en las cosas que dijiste...

¡Cómo el alma es tan dura que resiste

tu invitación al mar que andando humillas!


Y me retiro de tu mesa ciego

de verme junto a Ti. Raro sosiego

con la inquietud de regresar rodea

la gran ruina de sombras en que vivo.

¿Por qué estoy miserable y fugitivo

y una piedra al rodar me pisotea? 




POEMA A DOS VOCES
Luz Dary Becerra


yo soy la luz, el canto, la alegría, el río, el árbol... soy la vida

 yo... soy la sombra, el reposo... el quebranto, la tristeza, la bóveda, el llanto
 

soy el poema... el sentimiento, la calma... la sonrisa, verso que sale del alma

yo la pena... la aridez soy la tormenta... la mueca que fluye que... revienta


mi voz... es la llovizna... la luna... firmamento... mariposa... libertad que lleva... el viento

mi voz... es abismo... huracán... infierno... pesadumbre... esclavitud... silencio eterno


ya siento tu abrazo implacable y quedo... cáncer que carcome... tengo miedo

ahora eres mía... silencio insano... orgullo, mariposa... cadáver... gusano
 
 ahora he muerto... y tengo vida
antes vivía... y estaba muerta.


PERO TAN TIERNO ME REPITES

José Javier Aleixandre Ybargüen

 

Midiendo con suspiros mi distancia;

preparando tu dardo de amor para alcanzarme

que por fin de tu imán estoy cautivo,

escucho el eco fiel de tus llamadas

en los tambores de mi pulso

que subrayan los salmos de David.

 

Buscando finalmente –descalzo- tus caminos,

porque sé que me esperas
inviernos, primaveras, otoños y veranos,
siempre tus manos hacia mí tendidas.





¡YA BLANQUEA LA MIES!

Serafín Prado


De doradas espigas mantos de oro
ha tendido el verano por las lomas;
en busca del florido sicomoro
el espacio desgarran dos palomas.
 
¡La senda polvorosa...! Jesús viene,
las espigas se doblan a su paso;
por mirarle un momento se detiene
moribundo ya el sol en el ocaso.
 
De grupos de operarios saltan voces,
la brisa las espigas balancea
y el metal irisado de las hoces
al enfermizo rayo centellea.
 
Jesús ha contemplado los rastrojos
encendidos al beso de la tarde;
en la senda se para... y en sus ojos
una fiebre infinita de almas arde.
 
“También mi campo en granazón espera;
¡Qué abundante es la mies! Ya mis trigales
los dobla la caricia lisonjera
del besar de las auras vesperales.
 
¡Ah! Rogad al Señor, que la ha sembrado,
que envíe a su heredad trabajadores.
Abundante es la mies que ya ha granado,
¡pero qué pocos son los segadores!”


DIOS VUELVE A SEMBRAR

Ana María Romero


Ha estallado en azul la primavera.

El corazón de gozo se desata.

Y Dios viene a sembrar su voz de plata

en la hondura del hombre que le espera.


Dios se vuelve flor. Se hace pradera.

Risa de junco y agua de regato.

Rama reverdecida, que hace un rato

Se columpiaba en una enredadera.


Dios ha sembrado música en mi pecho.

Me germinan las notas si me llama

llenando con su voz mi mundo estrecho.


¡Qué gozo de vivir! ¡Como apetece

colgar el corazón de alguna rama!

Que cante como un pájaro. Y que rece.



           

           VOZ DEL AGUA

                                           José Bergamín

 

 Voz del agua en catarata.
Voz del viento en huracán.
Voz del arroyo en murmullo.
Voz del agua al suspirar.
 
Voz del mar. Voz de los cielos
en concierto sideral.
Todas son voces que dicen
que calles para escuchar
otra voz que no es la tuya,
que viene de más allá
del sonido y del silencio,
del decir y del callar.


            VOCACIÓN

José Luis Martínez SM

 

Te tenía elegido
ya antes de haberte un día formado,
antes de haber nacido
y de ser alumbrado,
ya antes te tenía consagrado.
 
Desde el seno materno,
ya desde las entrañas me llamó;
su designio era eterno, desde siempre me amó
y ya entonces mi nombre pronunció.
 
Por eso me sondeas,
por eso me sondeas y conoces,
por ver si en mí te veas
y en mí te reconoces
para que, como Padre, en mí te goces.




UN DÍA ME MIRASTE
Ernestina de Champourcín
 
Un día me miraste
como miraste a Pedro…
No te vieron mis ojos,
pero sentí que el cielo
bajaba hasta mis manos.
 
¡Qué lucha de silencios
libraron en la noche
tu amor y mi deseo!
Un día me miraste,
y todavía siento
la huella de ese llanto
que me abrasó por dentro.
Aún voy por los caminos,
soñando aquel encuentro…
Un día me miraste
como miraste a Pedro.




NO TE ESPERABA

Rabindranag Tagore

 

Fue un día en que yo no te esperaba.

Y entraste, sin que yo te lo pidiera, en mi corazón,

como un desconocido cualquiera, Rey mío;

y pusiste tu sello de eternidad en los instantes fugaces de mi vida.


Y hoy los encuentro por azar,

desparramados en el polvo, con tu sello,

entre el recuerdo de las alegrías y los pesares

de mis anónimos días olvidados.

Tú no desdeñaste mis juegos de niño por el suelo;

y los pasos que escuché en mi cuarto de juguetes

son los mismos que resuenan ahora de estrella en estrella.




HABLA DE TI EL SILENCIO

Jesús Cotta, Gorriones de acera.


Para ser opio, Dios,
me tienes bien despierto
con gorriones de acera
cantando salmos nuevos,
con borrachos que piden
bocadillos y euros,
con el Nilo que insiste
en cruzar el desierto.


Las pestañas de un niño
apuntan a tus dedos
y el ciprés se separa
cada vez más del suelo.
Las mareas esconden
tus lunas y mis miedos
y en el vuelo de un grajo
me has inspirado un verso.


Tú siempre tan callado,
hablando en el silencio.




SEMBRADOR

Blas de Otero


Todo el amor divino, con el amor humano,

me tiembla en el costado, seguro como flecha.

La flecha vino pura, dulcísima y derecha:

el blanco estaba abierto, redondo y muy cercano.

 

Al presentir el golpe de Dios, llevé la mano,

con gesto doloroso, hacia la abierta brecha.

Mas nunca, aunque doliéndose, la tierra le desecha

al sembrador, la herida donde encerrar el grano.

 

¡Oh Sembrador del ansia; oh Sembrador de anhelo,

que nos duele y es dulce, que adolece y nos cura!

Aquí tenéis, en haza de horizontes, mi suelo

 

para la vid hermosa, para la espiga pura.

El surco es como un árbol donde tender el vuelo,

con ramas infinitas, doliéndose de altura.



OTRA VEZ ME HAS LLAMADO

José García Nieto


 

 Otra vez -te conozco- me has llamado.
Y no es la hora, no; pero me avisas.
De nuevo traen tus celestiales brisas
claros mensajes al acantilado
 
del corazón, que, sordo a tu cuidado,
fortalezas de tierra eleva, en prisas
de la sangre se mueve, en indecisas
torres, arenas, se recrea, alzado.
 
Y tú llamas y llamas, y me hieres,
y te pregunto aún, Señor, qué quieres,
qué alto vienes a dar a mi jornada.
 
Perdóname, si no te tengo dentro,
si no sé amar nuestro mortal encuentro,
si no estoy preparado a tu llegada.




MUCHAS VECES

 Rafael Duyos Giorgeta

 

Muchas veces, Señor, a la hora décima

-sobremesa en sosiego-,

recuerdo que a esa hora, a Juan y a Andrés

les saliste al encuentro.

Ansiosos caminamos tras de ti...

¿Qué buscáis...? Les miraste. Hubo silencio.

 

El cielo de las cuatro de la tarde

halló en las aguas del Jordán su espejo,

y el río se hizo más azul de pronto,

¡el río se hizo cielo!

Rabí -hablaron los dos-, ¿en dónde moras?

Venid y lo veréis. Fueron y vieron...

 

Señor, ¿en dónde vives?

Ven y verás. Y yo te sigo y siento

que estás... ¡en todas partes!,

¡y que es tan fácil ser tu compañero...!

 

Al sol de la hora décima, lo mismo

que a Juan y a Andrés -es Juan quien da fe de ello-,

lo mismo, cada vez que yo te busque,

Señor, ¡sal a mi encuentro!



   MISTERIOS

         Ida Vitale


Alguien abre una puerta

y recibe el amor

en carne viva.

Alguien dormido a ciegas,

a sordas, a sabiendas,

encuentra entre su sueño,

centelleante,

un signo rastreado en vano

en la vigilia.

Entre desconocidas calles iba,

bajo cielos de luz inesperada.

Miró, vio el mar

y tuvo a quién mostrarlo.

Esperábamos algo:

y bajó la alegría,

como una escala prevenida.                                 



   ESPERA EN ALERTA

                                                                                                                   Jesús Morera Carbó

 

Si el mar llega a tu puerta,

dale paso;

es plenitud de renovaciones,

azul de misteriosa savia,

espuma irisada en mil ondulaciones.

Ahogará, sí, mínimas posesiones,

barrerá miopes barreras,

asolará incrustados bastiones

y aclarará, purificados en sal,

tus ojos, hasta ahora torpones

y entre nieblas llorosos.

Puede corroer planos, mojones,

viejos o cuadros, escritos sueños

de pájaros y anunciaciones…

Y quedarás braceando, debatiéndote

con todos tus espolones.

Pero el mar alzado sobre tus rodillas

forjará en ti nuevas celebraciones.

 

Si el sol a tu ventana llama,

ábrele de plano;

en consagración de rayos

contra letargos, brillarán

polvo, hongos, turbias sombras;

hasta tu desnudez y tiempo

gastado. Trasvasará colores,

mudará retratos en viejo aroma

guardados; romperá espirales

de pasado; y presentes serán,

llenos de aurora, versos y garabatos.

Quedarás inerme, irritado y gritando

Des-almado. Pero el sol en el alma

hará correr por tu sangre sus rayos.

 

Si llega el viento a tu puerta,

desnúdate a su paso.

Es voz de muchos amores,

que convocan cada peldaño del piano,

árbol, mundo y pájaros huérfanos.

Limpiará tus escondrijos,

repasará tus rincones helados

y aromará tus ardores errados.

Quedarás, sí, temblando, en azogue,

Sin más nortes ni veletas

que la libertad de tu canto;

temblarán las rodillas, huesos

que silbarán trazando tus propios pasos.

Pero abrazado al aire, tu alma

descubrirá dónde resuena tu voz y canto.

 

Si llega el fuego a tu casa,

dile que lo abrase todo.

Es corazón de Dios que vuelve

brasa cuanto con sus besos toca.

Te quemará los sueños,

hará cenizas tus carambolas,

te dolerá alma, ya sin ponzoña.

quedarás en llanto filoso,

con tu sangre en vilo, a solas.

Más quien convierta en llamas

hasta la espuma y rocas, puede

incendiar su cuerpo y pensamiento.

Y será voz, será fuego

capaz de abrasar otras bocas.

 

Pero ni mar, ni fuego,

ni sol, ni viento

podrán inundarte

sin invadir tu desierto.

Sólo tú tienes las llaves:

¡Arrójalas bien lejos!



EL BUEN PASTOR

Luis de Góngora y Argote


Por descubrirte mejor
cuando balabas perdida,
dejé en un árbol la vida,
donde me subió el amor;
si prendas quieres mayor,
mis obras hoy te la den.

Oveja perdida, ven
sobre mis hombros; que hoy
no sólo tu pastor soy,
sino tu pasto también.

 
Pasto al fin tuyo hecho,
¿cuál dará mayor asombro,
el traerte yo en el hombro,
o traerme tú en el pecho?
Prendas son de amor estrecho,
que aún los más ciegos las ven.

Oveja perdida, ven
sobre mis hombros; que hoy
no sólo tu pastor soy,
sino tu pasto también.



A MI PUERTA LLAMASTE

           José Julio Martínez

 


A mi puerta llamaste con la aurora.
Yo apenas pude oír,
pues vivía perdiendo hora tras hora
en soñar y reír.
 
Me llamaste mediada la mañana.
Más tampoco te oí
y persiguiendo una ilusión lejana,
la mañana perdí.
 
De nuevo me llamaste al mediodía.
Si cantaba el amor
y el afán de triunfar y de alegría,
¿cómo abrirte, Señor?
 
Por la tarde repites tu llamada;
y yo empiezo a temer
que te canse mi puerta tan cerrada,
y no quieras volver…
 
Ahora, ya de noche, me has llamado;
al fin te dejo entrar,
y me dices, sentándote a mi lado:
 
   
- Acabo de llegar….




DIME: ¡VEN!

 Amado Nervo   

 

Si tu me dices “¡Ven!” lo dejo todo,

no volveré siquiera la mirada

para mirar a la mujer amada…

 

Pero dímelo fuerte, de tal modo,

que tu voz, como toque de llamada,

vibre hasta el más íntimo recodo

del ser, levante el alma de su lodo

y hiera el corazón como una espada.

 

Si Tú me dices “¡Ven!”, todo lo dejo,

llegaré a tu santuario casi viejo

y al fulgor de la luz crepuscular;

mas he de compensarte mi retardo

difundiéndome, Oh Cristo, como un nardo

de perfume sutil ante tu altar.




CUÁNTAS VECES, SEÑOR

Lope de Vega       

 

 

¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado,

y cuántas con vergüenza he respondido,
desnudo como Adán, aunque vestido
de las hojas del árbol del pecado!
 
Seguí mil veces vuestro pie sagrado,
fácil de asir, en una cruz asido,
y atrás volví otras tantas, atrevido,
al mismo precio en que me habéis comprado.
 
Besos de paz os di para ofenderos;
pero si fugitivos de su dueño,
hierran cuando los hallan los esclavos,
 

hoy que vuelvo con lágrimas a veros,
clavadme vos a vos en vuestro leño,
y tendreisme seguro con tres clavos.



     GRANO DE ORO

Rabindranag Tagore

 

Iba yo pidiendo, de puerta en puerta,

por el camino de la aldea,

cuando tu carro de oro apareció a lo lejos,

como un sueño magnífico.

Y yo me preguntaba, maravillado,

quien sería aquel Rey de reyes.

 

Mis esperanzas volaron hasta el cielo,

y pensé que mis días malos habían acabado.

y me quedé aguardando limosnas espontáneas,

tesoros derramados por el polvo.

 

La carroza se paró a mi lado.

Me miraste y bajaste sonriendo.

Sentí que la felicidad de la vida

había llegado al fin.

Y de pronto tú me tendiste la diestra, diciéndome:

¿Puedes darme alguna cosa?

 

¡Ah, qué ocurrencia la de tu realeza!

¡Pedirle a un mendigo!

Yo estaba confuso y no sabía qué hacer.

Luego, despacio, saqué de mi saco

un granito de trigo y te lo di.

 

Pero qué sorpresa la mía cuando,

al vaciar por la tarde mi saco en el suelo,

encontré un granito de oro en la miseria del montón.

¡Qué amargamente lloré

de no haber tenido corazón para dárteme todo!



LA TERNURA QUE ME VINO A SALVAR 

                                          Pablo Milanés

 

Vuelvo a nacer lejos de aquí
y aseguro que te voy a encontrar.
Ya no podemos dejar
la dependencia que unió dos corazones.
Aunque distintos van caminando a su pesar.
Nuevamente se tendrán que buscar.
 
Tú eres la paz, tú eres la flor,
la ternura que me vino a salvar.
Yo soy la espina mortal
que clava un viejo dolor.
 
Las diferencias en la distancia
el tiempo las borrará
y los contrastes se atraen.
Las coincidencias suelen matar
el afán de indagar quién eres tú.
 
Cedamos más, busquemos luz,
el orgullo no ennoblece el amor,
la tolerancia es valor
 
para salvarnos los dos.





LAS PALABRAS

Mario Benedetti

 

No me gaste las palabras,

no cambie el significado,

mire que lo que yo quiero

lo tengo bastante claro.

 

Si usted habla de progreso

nada más que por hablar,

mire que todos sabemos

que adelante no es atrás.

 

Si está contra la violencia

pero nos apunta bien.

Si la violencia va y vuelve

no se me queje después.

 

Si usted pide garantías

sólo para su corral,

mire que el pueblo conoce

lo que hay que garantizar.

 

No me gaste las palabras

no cambie el significado,

mire que lo que yo quiero

lo tengo bastante claro.

 

Si habla de paz pero tiene

costumbre de torturar

mire que hay para ese vicio

una cura radical.

 

Si escribe reforma agraria

pero sólo en el papel

mire que si el pueblo avanza

la tierra viene con él.

 

Si está entregando el país

y habla de soberanía

quién va a dudar que usted es

soberana porquería.

 

No me gaste las palabras

no cambie el significado

mire que lo que yo quiero

lo tengo bastante claro.

 

No me ensucie las palabras,

no les quite su sabor

y límpiese bien la boca

si dice revolución.


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