oración vocacional

                               ... con vosotros desde 2005


POEMAS TESTIGOS

Volver ++

A SAN ISIDRO

Pedro Calderón de la Barca 


Los campos de Madrid, Isidro santo,

emulación divina son del cielo,

pues humildes los ángeles su suelo

tanto celebran y veneran tanto.


Celestes labradores, en cuanto

son amorosa voz, con santo celo

vos enviáis en angélico consuelo

dulce oración, que fertiliza el llanto.

   

Dichoso agricultor, en quien se encierra

cosecha de tan fértiles despojos,

que divino y humano os da tributo,

no receléis el fruto de la tierra,

pues cogerán del cielo vuestros ojos,

sembrando aquí sus lágrimas, el fruto.

    



A SAN MARCOS EVANGELISTA

José García Velázquez


Hoy la vida de San Marcos

nos aporta la evidencia

de que los seres humanos

hemos de tener paciencia

al momento de educarnos,

que no es solo como empieza,

y los esfuerzos que hagamos

siempre merecen la pena.

 

Él decepciona a San Pablo,

por culpa de una flojera

y hasta llega a rechazarlo

por miedo a que repitiera…

Bernabé supo cuidarlo,

confiado de que volviera

a dar testimonio claro

y tuvo grata experiencia.

 

Fue San Pedro acompañado

por Marcos en hora extrema

y en su Evangelio quedaron

de Pedro las confidencias.

Al fin, el joven muchacho,

que después apóstol fuera

murió martirizado,

y está enterrado en Venecia.




EL NIÑO Y EL PEREGRINO

Poema a San Juan de Dios

Mª del Carmen Corbacho

 

Se presenta el peregrino

en la fuente La Adelfilla

a beber agua nítida y fresca

pues la sed le consumía.

¡Y de pronto oyó una voz!

¡Una voz dulcísima, nunca oída!

¿Quién eres?, ¿de dónde vienes?,

¿estás enfermo?, ¿tus pies sangrando?

La ropa vieja, y tú ajado,

¡jamás he visto un rostro bueno!,

¡ojos de dolor!, palabras de amor,

¡dime, que mal te hicieron!,

¡no puedo creerlo!,

¿eres una sombra?,

nómada o cordero,

manos de cera, dedos morenos,

boca callada, la faz de espectro.

¡Dime, dime, buen hombre!,

Yo soy del cielo,

mi madre María,

mi padre carpintero,

bajé a la tierra

de dolor yerto

a cantar canciones

de amor y paz.

El peregrino le contestó

con voz tan tenue

que apenas oyó,

mirando al niño con devoción:

esas palabras que jamás nadie

nunca expresó, de labios rojos,

dientes de perlas,

amor y arrobo

y muy certeras.





FIESTA DE LOS REYES MAGOS

Santa Teresa de Jesús

 

Pues la estrella
es ya llegada,
vaya con los Reyes
la mi manada.

 

Vamos todas juntas
a ver el Mesías,
pues vemos cumplidas
ya las profecías.
Pues en nuestros días,
es ya llegada,
vaya con los Reyes
la mi manada.

 

Llevémosle dones
de grande valor,
pues vienen los Reyes,
con tan gran hervor.
Alégrese hoy
nuestra gran Zagala,
vaya con los Reyes
la mi manada.

 

No cures, Llorente,
de buscar razón,
para ver que es Dios
aqueste garzón.
Dale el corazón,
y yo esté empeñada:
vaya con los Reyes
la mi manada.




VIRGEN DE GUADALUPE

Carlos Pellicer


Ninguna soledad como la mía.

Lo tuve todo y no me queda nada.

Virgen María, dame tu mirada

para que pueda enderezar mi guía.

 

Ya no tengo en los ojos sino un día

con la vegetación apuñalada.

Ya no me oigas llorar por la llorada

soledad en que estoy, Virgen María.

 

Dame a beber del agua sustanciosa

que en cada sorbo tiene de la rosa

y de la estrella aroma y alhajero.

Múdame las palabras, ven primero

que la noche se encienda y silenciosa

me pondrás en las manos un lucero.




YO SOY UNO DE ELLOS

Fray Rogelio


El Santo moreno
tiene entre sus manos
dolencias de pobres
tragedias de antaño.


Tiene en su mirada
gritos de palomas,
palabras cruzadas.
Plegarias y rezos
recoge en su palma.


El Santo moreno,
viene con su escoba
derrotando imposibles,
predicando esperanzas.


Nos trae evangelio
de madres que barren
y encuentran tesoros
que nunca esconden
y siempre comparten.


El Santo moreno
me mira y lo miro
y su mirada clava
en miles de anhelos,
de pequeñas heridas
y grandes consejos.


El Santo moreno
se queda en penumbra,
—y entre silencios—
recoge las cartas
de fieles eternos…


Yo soy uno de ellos…




ANGEL GUARDIÁN

Gabriela Mistral


Es verdad, no es un cuento;
hay un Ángel Guardián
que te toma y te lleva como el viento
y con los niños va por donde van.
 
Tiene cabellos suaves
que van en la venteada,
ojos dulces y graves
que te sosiegan con una mirada
y matan miedos dando claridad.
(No es un cuento, es verdad.)
 
Él tiene cuerpo, manos y pies de alas
y las seis alas vuelan o resbalan,
las seis te llevan de su aire batido
y lo mismo te llevan de dormido.
 
Hace más dulce la pulpa madura
que entre tus labios golosos estrujas;
rompe a la nuez su taimada envoltura
y es quien te libra de gnomos y brujas.
 
Es quien te ayuda a que cortes las rosas,
que están sentadas en trampas de espinas,
el que te pasa las aguas mañosas
y el que te sube las cuestas más pinas.
 
Y aunque camine contigo apareado,
como la guinda y la guinda bermeja,
cuando su seña te pone el pecado
recoge tu alma y el cuerpo te deja.
 
 
Es verdad, no es un cuento:
hay un Ángel Guardián
que te toma y te lleva como el viento
y con los niños va por donde van.



ASUNCIÓN

Juan López de Úbeda
 
 
Virgen pura, hoy quiere Dios
que subáis del suelo al Cielo,
pues cuando quisisteis vos,
Él bajó del Cielo al suelo.
 
Si en la tierra daros quiso
Dios del bien que allá tenía,
¿qué os dará en el paraíso,
donde todo es alegría?
El amor vuestro y de Dios
hoy se encuentran en el vuelo,
pues por Él a Dios váis vos,
y Él a vos vino del Cielo.
 
El Padre os da la corona,
el Hijo su diestra mano,
 y la Tercera Persona
os da su amor soberano.
AIcanzáis, Virgen, de Dios
premios, honras y consuelo,
 y por Él sois Cielo vos,
 y Él por vos hombre en el suelo.




APOSTOL SANTO TOMÁS

Anónimo. solidaridadymedios.org


Con tu mano metida en su costado,
compruebas con asombro la certeza
que no logró acomodo en tu cabeza
hasta ver a Jesús resucitado.


Para siempre en la historia han quedado
tus palabras en boca del que reza
Señor mío y Dios mío, y la dureza
con quienes te lo habían avisado.


Alimenta mi fe tu incertidumbre
cuando metes en las llagas tus dedos
y mis sombras encuentran quien alumbre

la verdad más profunda de mi Credo;
tus dudas para mí son reciedumbre
que aleja los fantasmas de mi miedo.




EN EL CIRCO ROMANO
Juan Antonio Cavestany
 
 
Marciano, mal cerradas la heridas
 
que recibió ayer mismo en el tormento,
 
presentóse en la arena sostenido
 
por dos esclavos; vacilante y trémulo.
 
 
Causó impresión profunda su presencia.
 
¡Muera el cristiano, el incendiario, el pérfido!
gritó la multitud con un rugido

 
por lo terrible, semejante al trueno.
 
 
Como si aquel insulto hubiera dado
 
vida de pronto y fuerza al enfermo,
 
Marciano al escucharlo, irguióse altivo,
 
desprendióse del brazo de los siervos,
 
alzó la frente, contempló a la turba
 
y con raro vigor, firme y sereno
 
cruzando solo la sangrienta arena,
 
llegó al pie mismo del estrado regio.
 
 
Puede decirse que el valor de un hombre
 
a más de ochenta mil impuso miedo,
 
porque la turba al avanzar Marciano
 
como asustada de él guardo silencio;
 
llegando a todas partes sus palabras
 
que resonaron en el circo entero:
 
 
César -le dijo- miente quien afirme
que a Roma he sido yo quien prendió fuego.
Si eso me hace morir, muero inocente
y lo juro ante Dios que me está oyendo.
Pero, si mi delito es ser cristiano,
haces bien en matarme, porque es cierto,
creo en Jesús y practico su doctrina
y la prueba mejor de que en Él creo,
es que en lugar de odiarte ¡te perdono!
y al morir por mi fe, muero contento.
 
 
No dijo más, tranquilo y reposado
 
acabó su discurso, al mismo tiempo
 
que un enorme león saltaba al circo
 
la rizada melena sacudiendo.
 
 
Avanzaron los dos, uno hacia el otro,
 
él los brazos cruzados sobre el pecho,
 
la fiera, echando fuego por los ojos,
 
y la ancha boca, con delicia abriendo.
 
 
Llegaron a encontrarse frente a frente,
 
se miraron los dos, y hubo un momento
 
en que el león, turbado parecía,
 
cual si en presencia de un hombre tan sereno,
 
rubor sintiera el indomable bruto,
 
de atacarlo, mirándolo indefenso.
 
 
Duró la escena muda, largo rato
 
pero al cabo, del hijo del desierto
 
la fiereza venció, lanzó un rugido,
 
se arrastró lentamente por el suelo
 
y de un salto cayó sobre su víctima.
 
 
En estruendoso aplauso rompió el pueblo.
 
 
Brilló la sangre, se empapó la arena
 
y aún de la lucha en el furor tremendo,
 
Marciano con un grito de agonía
 
Te perdono, Nerón -dijo de nuevo.
 
 
Aquel grito fue el último; la zarpa
 
del feroz animal cortó el aliento
 
y allí acabó la lucha. Al poco rato
 
ya no quedaba más de todo aquello
 
que unos ropajes rotos y esparcidos
 
sobre un cuerpo también roto y deshecho,
 
una fiera bebiendo sangre humana
 
y una plebe frenética aplaudiendo.




POEMA DEL APÓSTOL

Radio María



Me acercaba en la noche a la orilla a buscar tu sonrisa,

mientras el río se llevaba mis olvidos

y cargaba sin piedad con todos mis bravos rugidos.


Buscaba en aquel puerto algún recuerdo que me devolviera tu rostro.

Arrojaba piedras a lo hondo.

Me esperanzaba oír tu tonada que me abrazara todo.


Caminaba al borde del cauce cantando mis pocas glorias,

recorriendo mis momentos,

y dejaba una huella tu vida que se haría parte de mi historia.


Corrían tras de mí risas y lágrimas de desconsuelo.

Soplando el viento frío en mi cara,

me di cuenta que eras tú la luz de mis noches claras.


Me escuchaste remar duro por dentro. Te subiste a mi bote,

y fuiste la aventura de pechar

la corriente hasta mi próximo horizonte.


Estando yo pescando en las tardes sin sol,

te viniste a mi lado a hacerme compañía, me diste tus palabras,

y mi corazón volvió a confiar en la alegría.


Volviste paz mis manías absurdas.

Explotaste mis talentos

con tu inmensa gratuidad y hermosura.


En ti, la amistad se haría persona.

No me fue fácil encontrar alguien así en esas horas.





CIRINEO

Joan Enric


Volviendo, tropecé con el gentío

que afogaba en su saña tu lamento.

Un empellón, un grito… Fue un momento.

Y el vil madero nos trabó sombrío.


Uncido yo con rabia a tu tormento,

maniatado a tu suerte mi albedrío,

tu mirar me alcanzó con poderío

y en su fulgor mi yugo se hizo viento.


Oh Dios, que apuras en tu copa el poso

de hiel que hostiga y roe mi jadeo:

torna mis penas en querer gustoso.


Y al sentir cada día el balanceo

de tu Cruz, haz que encuentre mi reposo:

que a tu mirar me abrace, “Cirineo”.



SAN JUAN DE DIOS Y GRANADA
José García Velázquez


 
Granada será tu cruz,
Granada será tu luz…
Allí va el aventurero
que vive en busca de Dios,
trabajando de librero
en un pequeño rincón,
su tienda de Puerta Elvira,
y con trabajo y tesón
va ganándose la vida
buscando un mundo mejor…
 
Granada será tu cruz,
Granada será tu luz…
Y llega la conversión
tras la profunda homilía
de Juan el predicador,
Apóstol de Andalucía;
se confiesa pecador
y el pecado a voces grita
por las calles con pasión,
mientras por loco le evitan…
 
Granada será tu cruz,
Granada será tu luz…
Todo lo puede el amor
y esta locura bendita
va convirtiendo el dolor
en una entrega que admira:
el hospital que fundó
para curar las heridas
de los pobres que acogió
con limosnas compartidas.

 
 



HIMNO A SANTA ÁGUEDA

Papa san Dámaso (s. IV)


Hoy brilla el día de Águeda, la insigne virgen;

Cristo la une consigo y la corona con doble diadema.

De ilustre estirpe, hermosa y bella,

todavía más ilustre por las obras y la fe,

reconoce la vanidad de la prosperidad terrena,

y sujeta su corazón a los divinos preceptos.


Bastante más fuerte que sus crueles verdugos;

expuso sus miembros a los azotes.

La fortaleza de su corazón la demuestra claramente su pecho torturado.

A la cárcel que se ha convertido en delicioso paraíso,

baja el Pastor Pedro para confortar a su ovejilla.

Cobrando nuevo aliento y encendida en nuevo celo,

alegre, corre a los azotes.


La muchedumbre pagana

que huye amedrentada ante el fuego del Etna,

recibe los consuelos de Águeda.

A cuantos recurren fieles a su protección,

Águeda les extingue los ardores de la concupiscencia.


Ahora que ella, como esposa, resplandece en el cielo,

interceda ante el Señor por nosotros, miserables.

Y quiera, sí, mientras nosotros celebramos su fiesta,

sernos propicia a cuantos cantamos sus glorias.




DOMINE SAT EST (San Francisco Javier)

Francisco de la Torre


Ea, Señor, reprime tu grandeza,

no toda sobre mí quieras construilla,

que si inclino a la carga la rodilla,

adoración será de la flaqueza.


Mas, ¿cómo, si la llama es ligereza,

en mí peso, y tan grave? ¡Oh, maravilla!

¿Truecas su ser? También para sufrilla

dispón que mude yo naturaleza.


Basta, ¡oh, mi Dios!, que es tempestad la calma;

ya tanto peso, a tanto ardor no ciego,

¿quién podrá ser el Fénix, quién la palma?


Basta, ¡oh, Jesús!, que en mar de amar me anego;

o si gustas que muera, aparta el alma,

o si quieres que viva, apaga el fuego.




A SAN ANDRÉS

Santa Teresa de Jesús

   

Si el padecer con amor
puede dar tan gran deleite,
¡qué gozo nos dará el verte!

¿Qué será cuando veamos
a la inmensa y suma luz,
pues de ver Andrés la cruz
se pudo tanto alegrar?
¡Oh, que no puede faltar
en el padecer deleite!

 ¡Qué gozo nos dará el verte!


El amor cuando es crecido
no puede estar sin obrar,
ni el fuerte sin pelear,
por amor de su querido.
Con esto le habrá vencido,
y querrá que en todo acierte.
¡Qué gozo nos dará el verte!


Pues todos temen la muerte,
¿cómo te es dulce el morir?
¡Oh, que voy para vivir
en más encumbrada suerte!
¡Oh mi Dios, que con tu muerte
al más flaco hiciste fuerte!
¡Qué gozo nos dará el verte!


¡Oh cruz, madero precioso,
lleno de gran majestad!
Pues siendo de despreciar,
tomaste a Dios por esposo,
a ti vengo muy gozoso,
sin merecer el quererte.
Esme muy gran gozo el verte.

 




A SAN FRANCISCO (Fragmento)

Eduardo Marquina


Hasta que un día, en Asís de la Umbría,

a la amorosa voz de Jesús que vestía

de claridad las cosas al detenerse en ellas,

respondió, comprendiéndola, otra voz que decía:

"¡Hermano Sol, hermana Luna, hermanas Estrellas!"...

Y fue resucitar la creación lozana,

rezumando otra vez, como en la edad prístina,

alma inocente... Y la voz franciscana

atravesó la corteza latina,

y, ungiéndose la tierra de exaltación divina,

se hizo, de tierra y Dios, la poesía humana.


(…)


Siete siglos corrieron desde que, en una edad

trabajada de supercherías,

disminuida en las leproserías,

tierna para afrontar la vida y la verdad,

se pronunció Francisco por la Naturaleza,

por la virtud de nuestra carne sana,

por la escueta virtud de la pobreza,

por el poder de la hermandad humana,

por la paz que concilia lo que está dividido,

por el trabajo que mejora el suelo,

por el amor que lleva el espíritu al nido

donde le nacen alas para tender al cielo:

siete siglos, y es hoy, y ha pasado aquel día,

y dictaron doctores y profesaron sabios,

y estas siete palabras de unos humildes labios

con belleza, y salud, y verdad todavía.



LA VOCACIÓN DE SAN MATEO

José María Valverde

 

—Siempre me gustó el orden. Yo no tengo

fuerzas para vivir la aventura.

Hipócritas, solían acusarme

de mi poco dinero, rebañado

a fuerza de esperar, de perseguir

al moroso, gritando entre sus niños,

de tener buena letra ¿Y por qué no?

¿Por cuál justicia van ellos a hablar?

 

Solo, con malhumores digestivos,

débil, fue mi refugio aquella mesa

con el papel, los sellos, la balanza

temblorosa, y la ley. Yo no sacaba

más de lo acostumbrado. (No me importa

ya, que todo pasó, pero conservo

mi hábito antiguo de equidad exacta.)


El Imperio Romano y los poderes

de reyezuelos lagoteros, todo

se apoyó en mis columnas de sobadas

monedas. Desde el fondo de la tierra,

desde el olivo anciano, desde el flaco

cabrito y la tinaja en paz, venía

rodando el disco tibio, con un rostro

laureado. Y luego, nítidos montones

de tañido preciso, sudorosos,

y el mundo hacia delante, y yo tranquilo.

 

Pero una tarde vino el que decían,

el que hablaban las gentes. Yo sabía,

pero eso no era para mí; era cosa

del mundo de allá fuera, de las grandes

verdades y mentiras, de las muertes

y los amores, de las intemperies.


Ni lo pensé; un revuelo por la plaza,

varios camellos más, una inquietud

de vendedores de agua. El hombre célebre,

con su cara de bueno enflaquecido,

apareció, y cruzaba con su tropa

de pobretes.

 

                  Y yo ya le olvidaba,

y seguía mi suma, pero no:

llegó a mí, y dijo: «Sígueme», pasando

sin mirar hacia atrás. Yo ¿qué iba a hacer?

Yo siempre he obedecido, yo no supe;

me levanté, queriendo preguntarle,

y él no volvió la cara.


                         ¿Qué más da?

Ya llevo varios meses; todavía

no le he podido hablar a solas, pero

se me olvida qué le iba a preguntar.

Él ya cuenta conmigo; ¿qué más da?

Si yo estaba sentado, es porque nadie

pensó en mi nombre; nadie me quería.

Siento el desorden, pero ¿qué más da?



MARTIRIO DE SAN LORENZO (fragmento)

Fray Miguel de Madrid (S.XVII)



En el lecho del fuego el cuerpo extiende

Lorenzo, de dos fuegos combatido,

fuego le abrasa y de él no es ofendido,

que fuego contra fuego le defiende.


Fuego es quien le maltrata y no le ofende

que de fuego de Dios es ofendido,

en él se abrasa y en él es consumido

Y así el fuego, aunque fuego, no le enciende.


Dichosa llama que en divino fuego

tiene su corazón todo abrasado

y está para este mundo sordo y ciego.


Y aqueste mártir bienaventurado

las celestiales puertas tienen abiertas

y está en el alto cielo colocado.





A MARÍA MAGDALENA

                                      Kassia (Bizancio, 867)

 

Señor, esta mujer que ha caído en muchos

pecados percibe sin embargo tu divinidad

y cumple oficio de portadora de perfumes;

trae llorosa perfumes antes de tu entierro.

 

Y dice: “¡Ay de mí! Me llegó la noche,

y siento el aguijón oscuro y sin luna

de la intemperancia, el amor al pecado;

recibe las fuentes de mis lágrimas Tú,

que en las nubes traes las aguas del mar.

 

Dóblate ante los gemidos de mi corazón,

Tú que inclinas los cielos con tu inefable

inmensidad, pues he de besar tan puros

pies y después los limpiaré y los secaré,

nuevamente, con bucles de mis cabellos.

 

El resonar de ellos oyó Eva con sus oídos,

al atardecer, en el Paraíso y por el temor

se ocultó. ¿Quién podrá medir la multitud

de mis pecados y el abismo de tus juicios,

Salvador, Salvador del alma? No desdeñes

a tu esclava, Dios de infinita misericordia”.



A SAN PABLO

Lope de Vega

 

Con presunción de bélico soldado             

galán sale y feroz Pablo atrevido,             

que si ahora en la cuenta no ha caído,               

caerá muy presto del primer estado.         

 

¿A dónde, Pablo, de soberbia armado       

para quedar con una voz vencido?           

Seguid las letras, ¿dónde vais perdido?,               

que habéis de ser doctor del mayor grado.           

 

Aunque valor vuestra persona encierra,               

no es bien que nadie contra Dios presuma,

que dará con los ojos por la tierra.           

 

La Iglesia espera vuestra docta suma,                 

mirad que no sois vos para la guerra,                 

dejad las armas y tomad la pluma.       






SANTO MATÍAS

Coplas de Las Pedroñeras (Cuenca)


Santo Matías,

cuando se igualan las noches

con los días

y cantan los pastorcillos

sus gallerías:

¡Quién pudiera igualar

las muertas con las vivas!




QUINTA ESTACIÓN

Simón el Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz

 Gerardo Diego


Ya no es posible que siga

Jesús el arduo sendero.

Le rinde el plúmbeo madero.

Le acongoja la fatiga.

Mas la muchedumbre obliga

a que prosiga el cortejo.

Dure hasta el fin del festejo.


Y la muerte se detiene

ante Simón de Cirene,

que acude tardo y perplejo.

Pudiendo, Jesús, morir,

¿por qué apoyo solicitas?

Sin duda es que necesitas

vivir aún para sufrir.

Yo también quise vivir,

vivir siempre, vivir fuerte.

Y grité: -Aléjate, muerte.

Ven Tú, Jesús cireneo.

Ayúdame, que en ti creo

y aún es tiempo de ofenderte.



A LA ENCARNACIÓN

    Lope de Vega


Cantando el Verbo divino
un alto tan soberano,
como de Dios voz y mano,
a ser contrabajo vino,
bajando hasta el punto humano;
Que aunque es de sus pies el suelo
el serafín de más vuelo
y el más levantado trono,
bajó por la tierra el tono
hoy la música del cielo.
 
Una Virgen no tocada
toca con destreza tanta
el arpa de David santa,
como la tiene abrazada,
que adonde el infierno espanta,
dos puntos solos tocó,
el bajo y el alto juntó,
que, como en una pregunta
con un Sí Dios y hombre junta,
en dos puntos se cifró.
 
De un fiat comienza el Fa,
de su obediencia y su fe,
vio Dios el Mi, siendo el Re
Rey, y reparó que en La
Virgen estrella Sol fue.
Pero después que nació,
cifrada en dos puntos vio
la tierra por su consuelo,
el armonía del cielo,
Sol y La que le parió.

 


COPLAS A SAN BLAS

Torrejón el Rubio (Cáceres)


En la ciudad de Sebaste
y en todo el orbe cristiano
tu vida se ha celebrado
por los milagros que obraste.
 
En el reino de Armenia
tu virtud se propagó
y tu pureza y costumbre
todo el mundo las miró.
De médico profesor
te inclinó tu natural,
y curaste todo mal
de alma, vida y corazón.
Al desierto te marchaste
sin que el pueblo lo supiera,
y el obispo de Sebaste
quiso el Señor que muriera.
Por obispo te nombró
Sebaste con alegría,
te resistes a porfía
y por obispo quedaste.
 
El nuevo estado quedó
para aumentamos tu fe,
y tu santidad después
de todos fue admiración.
Al desierto te inclinabas
y ángel te retiraste,
y la gente no cesaba
de llorar y de buscarte.
De todas partes venían
a pedir tu bendición,
y hasta las fieras feroces
a tu lado hacen mansión.
 
El año trescientos quince
un tirano muy feroz,
que era el emperador Cirilo,
a San Blas martirizó.
Al monte marchan soldados
para buscar a San Blas
y entre tigres y leones
lo hallaron en santa paz.
Le dicen que se eche fuera
y que se vaya con ellos,
que el emperador lo manda
y es preciso obedecerlos.
Y San Blas les respondió:
Vamos; iremos contentos,
y derramaré mi sangre
por Jesús, mi dulce dueño.
 
Una afligida mujer
te pide con ansia tanta
la curación de su hijo
y el corazón te quebranta.
En su garganta tenía
una espina atravesada;
con la señal de la cruz
aquel niño la arrojaba.
Y en presencia del tirano
te dice que has de adorar
a los dioses, y no quieres,
y te mandan palear.
También con uñas de acero
surcaron tus puras carnes,
y tu cuerpo le dejaron
corriendo arroyos de sangre.
 
Siete piadosas mujeres
que recogían tu sangre
el tirano las llamó
y las degolló al instante.
Ellas con gran alegría
y con mucha devoción
recibieron el martirio,
pidiendo tu bendición.
Una voz del cielo oíste
que te animaba a salir
a recibir el martirio
para tú al cielo subir.
Ya te cortan la cabeza
y recibes la corona,
y en el cielo profesor
eres de nuestra persona.
 
Pidámosle con gran fe
y con mucha devoción
que nos libre de la peste
y del infernal dragón.
El pueblo de Torrejón,
que posee tus reliquias,
vivamos en santa paz
en unión de la justicia.
Quédate con Dios, San Blas,
nos despedimos muy bien;
yo quisiera, Santo mío,
estarme siempre a tus pies.



COPLAS A SAN ANTÓN

Juan María Guerrero de la Plaza


Copla 1ª.

 

Si producir consigue

el jardinero experto

flores de rico aroma

en perfumado huerto,

la inspiración divina

produjo en el desierto

la de virtud y ciencia

en san Antonio Abad.

 

Copla 2ª.

 

Errores y herejías

en sucesión continua

falsearon del Cordero

la celestial doctrina,

y el mundo estaba en armas

y la moral en ruina

cuando el santo ermitaño

dejó su soledad.

 

Fue tan mágico su acento

y su voz tan expresiva

que tranquiliza al momento

aquel lago turbulento

de errores y de impiedad.

Y después de la victoria,

en vez de ceñir laureles,

nos dice la fiel historia

que huyendo terrena gloria

se volvió a su soledad.

 

Copla 3ª.

 

El opulento avaro

es pobre en su riqueza,

por el contrario, Antonio

es rico en su pobreza,

porque posee un tesoro

de más precio que el oro,

que es el de la virtud.

Nada tiene y afirma

los tronos de los reyes,

con su ciencia sublime

al mundo le da leyes,

consuelo al afligido,

apoyo al desvalido

y a enfermos la salud.







SANTOS INOCENTES

Jhon Jairo Salinas

 

Aquellos inocentes niños, asesinados en pervertida fábula de Herodes,
Rey guiado por la maldad, la avaricia y la 
estrella de la muerte.

La espada bendecida con sangre de niños inocentes,

sus corazones repartidos en mares ardientes.

¡Hoy niños huyen del hambre!
¡Hoy niños huyen de la sed!
¡Hoy niños huyen del abandono!

 

Huyen de la maldad de proféticos abusadores.

Santos inocentes perseguidos por ángeles de la muerte;

ya no respetan su llanto, sus cuerpecitos son profanados.

Hoy, Herodes está reencarnado en sátrapas gobernantes,

engullendo presupuesto de inocentes infantes.

¡Hoy, a niños inocentes les niegan el trigo!
¡Hoy, a niños inocentes les niegan el sorgo!
¡Hoy, a niños inocentes les niegan el millo!

 

(…)

 

Herodes ríe, mientras madres lloran en escarnio dolor.

Desde sus palacios de gobierno,

siguen festejando la muerte de risa infantil.
Niños inocentes no la sienten porque sus corazoncitos olvidan…

guardando en ellos su fina pureza.

¿Quién vio?, ¿Quién vió salir un bracito roto en la noche con la cruz de sangre,

o una estrella apuñalada? ¿Quién vio la sangre de niña?,

¿Quién vio la sangre del niño?

Hoy, ríos de niños muertos van buscando su puerto,

entre soles y lunas… aves de carroña murmuran su muerte.

Hoy, los niños inocentes siguen gritando como pequeños lobos heridos;

en las calles, en los ríos, montes y praderas,

en sangre derramada en corazones inocentes.

Hoy, las madres corren por las calles como bultos de espanto,

entre la tibia tiniebla, ranchitos de paja salpicados de sangre…

¡con sangre de cordero avisan la barbarie!

Ellos, cierran el sentimiento a impúdicas realidades, aunque parezca raro…

Niños inocentes siguen gritando en rondas de fiesta infantil.

Hoy, los niños negros, blancos, mestizos, indios… Sus cuerpos son ofrecidos.

Que se callen los vientos de muerte para siempre… ¡Sí! Para siempre.

 

 


     A SAN MARTIN DE PORRES

Rosa Pozo

 

 Santo de mi devoción,
a tu divino mandato
perro, pericote(*) y gato
no hicieron segregación.
 
 Y dice así:
Quien desconoce tu historia
puede no creer en ti,
pero yo que la aprehendí
glorifico tu memoria.
Fue tu vida expiatoria
y de total sumisión.
Por tu conmiseración,
por tu humanitario exceso,
a ti consagro mi rezo,
santo de mi devoción.
 
 Hermano del oprimido,
lenitivo del doliente,
abrigo del indigente,
amparo del perseguido,
pese a que hayas elegido
llamarte «Perro Mulato»
a tu milagroso trato
presto las plantas crecieron
y los muertos revivieron
a tu divino mandato.
 
 De tu incansable escobita
barrer precisa la Tierra,
barrer… el fusil de guerra
y el odio que al mundo agita.
Haz, Martín, que se repita
tu famoso triunvirato
y alrededor de ese plato
comulguen todas las razas
que son –por sus amenazas–
perro, pericote y gato.
   

¿Milagros? Él hizo tantos
como peces tiene el mar,
de empezarles a contar
no acabarían mis cantos.
Ese santo entre los santos
del Cielo recibió el don.
Y su canonización
–que aplaude el mundo cristiano–
mostró que en el Vaticano
no hicieron segregación.

 (*) ratón


     FIESTAS DE SAN ISIDRO, 2016

 José Miguel Crespo, Alcalde de Villarta-Quintana (La Rioja)

 

Hola, Señor San Isidro

¿Cómo lo llevas este año?

¿Sigues teniendo yunta

o, al fin, tractor te has comprado?

 

Pues si te has comprao tractor

lo llevas crudo, Colega:

El trigo está a cinco duros;

la cebada, a cuatro perras;

el centeno, sin futuro

y la PAC es de Bruselas.

 

Hemos de llevar un libro.

Libro de Campo lo llaman

y en el apuntamos todo:

siembra, semilla, abonado

y hasta el día en que empezó

en el trigo el ahijado.

 

Y ¡pobre si no lo llevas!

Vienen los de la Inspección,

te repasan to las tierras

y, como no estés en orden,

¡leña sin compasión!

 

Ya ves, la cosa ha cambiado.

De tus bueyes a un tractor

que, a veces, no hay quien lo entienda.

En la alforja, ordenador,

tablet, móvil, GPS

y los datos de la bolsa de Madrid y Nueva York,

y en vez de tu Ángel amigo

los Inspectores de Hacienda.

Pero tú no te preocupes

porque esto es menudencia.

Lo que importa es que te ocupes

de nosotros, con paciencia.

 

Bueno, amigo San Isidro.

Que pases hoy buena fiesta

después de la procesión

te invito a unos caparrones(*)

y, pa hacer la digestión,

en tu capilla, a una siesta.

 

Adiós, glorioso San Isidro.

Adiós, Virgen del Rosario,

dadnos salud y gracia

para sacaros otro año.

 

(*) Caparrón: alubia pinta, gruesa y corta, popular en La Rioja



     SAN FRANCISCO DE ASÍS

José Luís Martínez SM


Poverello de Asís, Francisco Santo,
modelo de humildad y de grandeza,
casto esposo de la dama pobreza
a la que, siempre fiel, amaste tanto.
 
Tu vida fue poema y puro canto,
himno de amor a la Naturaleza,
verde metáfora de Dios belleza,
reflejo de su luz y de su encanto.
 
Todo era para ti filial, fraterno,
y era hermana luna, el sol, la estrella,
y hasta el lobo feroz era algo tierno.
 
Captabas la presencia, siempre bella,
de ese Dios encarnado y Dios materno
de quien hiciste ecológica huella.




A SANTA TERESA


Miguel de Cervantes



Creciste, y fue creciendo en ti la gana
de obrar en proporción de los favores
con que te regaló la mano eterna,
tales que, al parecer, se alzó a mayores
contigo alegre Dios en la mañana
de tu florida edad humilde y tierna;
y así tu ser gobierna
que poco a poco subes
sobre las densas nubes
de la suerte mortal, y así levantas
tu cuerpo al cielo, sin fijar las plantas,
que ligero tras sí el alma le lleva
a las regiones santas
con nueva suspensión, con virtud nueva.
 
Allí su humildad te muestra santa;
acullá se desposa Dios contigo,
aquí misterios altos te revela.
Tierno amante se muestra, dulce amigo,
y, siendo tu maestro, te levanta
al cielo, que señala por tu escuela;
parece se desvela
en hacerte mercedes;
rompe rejas y redes
para buscarte el Mágico divino,
tan tu llegado siempre y tan continuo
que, si algún afligido a Dios buscara,
acortando camino
en tu pecho o en tu celda le hallara.

 



A SAN FRANCISCO JAVIER


Francisco de la Torre


Ea, Señor, reprime tu grandeza,

no toda sobre mí quieras construilla,

que si inclino a la carga la rodilla,

adoración será de la flaqueza.

 

Mas, ¿cómo, si la llama es ligereza,

en mí peso, y tan grave? ¡Oh, maravilla!

¿Truecas su ser? También para sufrilla

dispón que mude yo naturaleza.

 

Basta, ¡oh, mi Dios!, que es tempestad la calma;

ya tanto peso, a tanto ardor no ciego,

¿quién podrá ser el Fénix, quién la palma?

 

Basta, ¡oh, Jesús!, que en mar de amar me anego;

o si gustas que muera, aparta el alma,

o si quieres que viva, apaga el fuego.

 



A SAN JUAN DE ÁVILA (Fragmento)


Mariano Mondéjar


Señor

que me abrasa la llanura.

Dadme agua con que calmar

la sed de mi calentura

y… déjame navegar

porque es tuya mi aventura.



Y amaneció en la Mancha

cuando Juan atravesaba

la frontera.

A solas iba el Hidalgo

por la estepa,

rumiando las nostalgias

de su vida con andanzas

misioneras.


(El pálido sol se rompe

en los surcos geométricos

de la tierra.

Los campos de Calatrava

ocúltanse verticales

en la niebla…)


Y el andante caballero

ínclito adalid, divino

por asceta,

con el alma incandescente

con el pecho fulgurante

de promesas

camino va de Sevilla

la Sultana azul, que vive

entre perlas.

 


        VILLANCICO I A SAN PEDRO ( 1683)

 Sor Juana Inés de la Cruz

 

Examinar de Prelado

a Pedro, Jesús procura,

para que el mérito ostente

antes que a la Silla suba.

 

Si sabe quien dicen que es,

es la primera pregunta:

que es, para juzgar, prudencia,

saber lo que todos juzgan.

 

Lo segundo, su sentir,

para que por él se induzca

si hace dictamen estable

entre tantas conjeturas.

 

De estos puntos sabe bien;

pero porque no presuma

que el acierto de uno es

regla que a todos ajusta,

 

le permite que le niegue,

para que más se confunda:

que para una perfección,

le examina en una culpa.

 

Llora, y vuélvele la gracia:

para que en ambas fortunas,

ni pecador desconfíe,

ni Santo de sí presuma.



SANTIAGO

(Balada ingenua. Libro de Poemas, 1921)

Federico García Lorca

 

Esta noche ha pasado Santiago

su camino de luz en el cielo.

Lo comentan los niños jugando

con el agua de un cauce sereno.

 

¿Dónde va el peregrino celeste

por el claro infinito sendero?

Va a la aurora que brilla en el fondo

en caballo blanco como el hielo.

 

¡Niños chicos, cantad en el prado,

horadando con risas al viento!

 

Dice un hombre que ha visto a Santiago

en tropel con doscientos guerreros;

iban todos cubiertos de luces,

con guirnaldas de verdes luceros,

y el caballo que monta Santiago

era un astro de brillos intensos.

 

Dice el hombre que cuenta la historia

que en la noche dormida se oyeron

tremolar plateado de alas

que en sus ondas llevóse el silencio.

 

¿Qué sería que el río paróse?

Eran ángeles los caballeros.

 

¡Niños chicos, cantad en el prado,

horadando con risas al viento!

 

Es la noche de luna menguante.

¡Escuchad! ¿Qué se siente en el cielo,

que los grillos refuerzan sus cuerdas

y dan voces los perros vegueros?

 

Madre abuela, ¿cuál es el camino,

madre abuela, que yo no lo veo?

 

Mira bien y verás una cinta

de polvillo harinoso y espeso,

un borrón que parece de plata

o de nácar. ¿Lo ves?

Ya lo veo.

 

Madre abuela. ¿Dónde está Santiago?

Por allí marcha con su cortejo,

la cabeza llena de plumajes

y de perlas muy finas el cuerpo,

con la luna rendida a sus plantas,

con el sol escondido en el pecho.

 

Esta noche en la vega se escuchan

los relatos brumosos del cuento.

 

¡Niños chicos, cantad en el prado,

horadando con risas al viento!


A SAN LUCAS

Rimas sacras, sonero 67

Lope de Vega

 

Lucas, tan justamente peregrino

al lado del pintor del firmamento,

de la primera imagen fundamento,

que a ser altar de nuestros ojos vino;

 

Vos, que con el azul ultramarino

de vuestro celo, y con la fe por tiento,

en la tabla del Nuevo Testamento

pintáis la humanidad del ser divino,

 

¿Qué pluma os ha de dar debidos loores?

¿Cuál humano pincel podrá pintaros?

¿Adónde habrá retóricos colores?

 

Mas para dignamente retrataros,

vos, divino patrón de los pintores,

al espejo de Dios poséis miraros.

Share by: