oración vocacional
... con vosotros desde 2005
ORACIÓN DEL VOLUNTARIO
Quiero ser, Padre, tus manos, tus ojos, tu corazón.
Mirar al otro como Tú le miras:
con una mirada rebosante de amor y de ternura.
Mirarme a mí, también, desde esa plenitud
con que Tú me amas, me llamas y me envías.
Lo quiero hacer desde la experiencia del don recibido
y con la gratuidad de la donación sencilla y cotidiana
al servicio de todos, en especial de los más pobres.
Envíame, Señor,
y dame constancia, apertura y cercanía.
Enséñame a caminar en los pies del que acompaño
y me acompaña.
Ayúdame a multiplicar el pan y curar heridas,
a no dejar de sonreír y de compartir la esperanza.
Quiero servir configurado contigo en tu diaconía.
Gracias por las huellas de ternura y compasión
que has dejado en mi vida.
En tu Palabra encuentro la Luz que me ilumina.
En la Oración, el Agua que me fecunda y purifica.
En la Eucaristía el Pan que fortalece mi entrega y me da Vida.
Y en mi debilidad, Señor, encuentro tu Fortaleza cada día.
Amén
Cáritas España
POR TODAS LAS VOCACIONES
Señor Dios,
Tú llamas a todas las personas a la fe,
y por ella, a vivir formando parte de tu Pueblo.
Esta llamada es una llamada a la comunión y a la participación
en la misión y vida de la Iglesia,
y, por tanto, para el anuncio del evangelio a todas las gentes.
Además, en tu llamada, has querido encomendar a cada uno
una vocación específica:
a la vida laical, a la vida consagrada, al diaconado, a la vida sacerdotal.
Te agradecemos, Señor, la vida de los que te han respondido "sí",
y hoy son tus testigos en nuestro mundo.
Te pedimos, que sigas llamando a muchos jóvenes
para que con libertad y gratitud respondan a tu llamada
y así, todos juntos, anunciemos tu Reino aquí en la tierra.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Chuquisaca, Bolivia
ORACIÓN DEL CATEQUISTA
Señor, Jesús,
Tú me has llamado y me has enviado a ser catequista.
Y me dices: No tengas miedo, estoy contigo.
En la confianza que me das
reconozco el don y te doy gracias porque me haces partícipe
de la misión que has encomendado a la Iglesia:
Anunciar el Evangelio a todos los pueblos.
Desde mi parroquia, voy anunciando tu mensaje
en el ministerio de la Palabra,
a los niños, jóvenes y adultos que me encomiendan.
Sé que la misión es hermosa y profunda:
Ayudar a los bautizados a encontrarse contigo, Jesús, y seguirte.
Desde mi parroquia, he de anunciar el mensaje vocacional
suscitando y orientando vocaciones al ministerio ordenado,
a la vida consagrada y a la vocación laical y matrimonial.
Hoy te quiero pedir
que cuando vean mis manos, vean las tuyas;
que cuando escuchen mis palabras, escuchen tu mensaje;
que cuando vean mi caminar, descubran en cada paso
que te sigo por el camino que nos trazaste.
Porque no es a mí a quien han de seguir,
ni son mis palabras las que han de escuchar,
ni mis manos las que han de acoger sus gozos y sus sombras.
Señor Jesús
con la Virgen María, tu Madre y Madre nuestra
caminamos como el Pueblo de la Pascua
en este amanecer sinodal al que nos invitan nuestros pastores.
Protege a quienes tú mismo a través de la Iglesia,
has puesto en mi camino y mi corazón.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Ahora y por siempre. Amén.
José Ramón Romo
Sacerdote Operario Diocesano
POR LOS EDUCADORES/AS
Otra vez me tienes aquí de vuelta al aula escolar, Señor…
Las vacaciones veraniegas han sido un buen respiro
para ponerme al día con mis libros, pero la verdad es que
he extrañado a los alumnos durante estos tres meses.
¿Por qué los siento tan «míos» a esas chicas y muchachos
que Tú, Señor, pones cada año en mis manos?
Los dos sabemos la respuesta: esto que yo siento es «vocación»,
algo tan natural e innato que no se puede vivir sin satisfacerlo.
Vocación o llamada, inclinación o exigencia íntima,
ideal o razón de una existencia… el nombre poco importa;
lo que importa es sentirlo y, sobre todo, vivirlo.
¿Por qué me gusta ser profesor? ¿Te lo tengo que contar
a Ti, Señor, que fuiste quien me dio esa vocación?
Tú lo sabes, pero déjame que te lo diga:
me gusta, me fascina la profesión de la enseñanza,
porque me parece lo más grande que puede hacerse en la vida.
Además de en mis hijos, Señor, son centenares y quizás millares de hijos
en los que he dejado ya algún rasgo de mi vida.
Los alumnos no me llaman padre, solamente me dicen «profe»,
pero para mí esa palabra encierra tanto cariño, tanto respeto
y confianza de su parte como cuando mi hijo me dice «papi».
Educar, una palabra tan llena de contenido, pero tan poco comprendida…
Educar, es decir, descubrir y explorar los filones de riqueza
con que Tú, Señor, has enriquecido a cada ser humano,
riquezas que en la mayoría de los casos permanecen enterradas, inexplotadas,
porque faltó la mano amiga que ayudara a descubrirlas.
Educar, sinónimo de instruir, pero mucho más amplio y profundo,
porque abarca además la formación de la personalidad del educando
en las variadas vertientes de la efectividad, del carácter,
de la voluntad, de los criterios y actitudes ante la vida.
Es tan amplia, tan hermosa, Señor, nuestra tarea, que a veces con cierta vanidad
siento mi profesión como una tarea muy similar a la de tu papel de creador.
Ojalá pueda yo, y lo mismo pido para todos mis compañeros,
cumplir con esta tarea tan fascinante de ser ingenieros
de las mentes y de los corazones
de esos alumnos que sus padres y tutores nos confían
para llevar a cabo, junto con ellos, la tarea de la educación.
A veces, Señor, los alumnos me llaman maestro…
A mí me da cierto reparo escucharlo.
Para mí el único maestro de verdad fue tu Hijo, Cristo.
Sólo Él pudo presentarse ante nosotros como camino, verdad y vida.
Yo como «profe» me contento con ser una flecha que señale la dirección
hacia ese camino, hacia la verdad, hacia la vida.
Extractado de la revista Orar
SEÑOR LLÁMAME
Señor, despiértame, llámame.
Sácame de mi mundo.
Que no me invente más historias
para justificar que no me muevo,
que no reacciono.
Que abra mi alma
a lugares que no sé dónde están,
a culturas que no conozco,
a seres humanos que me necesitan
casi tanto como yo a ellos.
Ponme en camino
hasta esas personas que me esperan,
porque sueñan con alguien
que pueda hablarles de Ti;
de un Padre bueno, compasivo, de verdad,
no como los dioses de los hombres.
Señor, dímelo también a mí:
“Sal de tu tierra”. Amén.
Domund 2016
POR LOS LAICOS
Dios y Padre nuestro:
que atiendes las necesidades de todos tus hijos
y les concedes siempre lo que conviene.
Te damos gracias por tu amor que fomenta el nuestro
y, confiados, te encomendamos nuestra vocación-misión
en este Pueblo de Dios en salida.
Que nuestra meta sea hacer tu voluntad en todo.
Señor Jesucristo, Salvador nuestro:
ayúdanos a crecer en tu gracia,
y produce en nosotros una verdadera conversión pastoral misionera.
Que tengamos un corazón compasivo como el tuyo,
para construir un mundo más fraterno.
Enséñanos a acercarnos con sencillez y humildad
a los más pequeños y necesitados,
y a trabajar por la justicia y la dignidad de todos los seres humanos.
Espíritu Santo:
que nos reúnes en pueblo de amor.
Inspira nuestra vocación laical,
para que anunciemos a Jesús con fidelidad, y crezcamos,
junto con nuestros pastores y la vida consagrada,
en comunión y sinodalidad.
Orienta nuestros pasos para avanzar en la construcción de una Iglesia
en la que los laicos nos sintamos corresponsables
y protagonistas de la misión evangelizadora.
María, Madre nuestra:
Tú conociste las preguntas sin respuesta,
los caminos sin salida, la vía dolorosa.
Te pedimos que nos acompañes en esta labor tan importante
para la misión de la Iglesia en el mundo de hoy.
Que nunca nos falte la alegría y la esperanza,
cuya fuente está en tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor.
AMÉN.
Oración, actualizada, del Congreso de Laicos, 2023
ORACIÓN DE LOS JÓVENES
Señor,
no es lo mismo estar de servicio
que estar al servicio.
Queremos estar al servicio de Dios y de todos.
Pero nos sucede una cosa:
No somos libres, estamos atados.
Señor, danos tu gracia
para que sepamos estar siempre al servicio.
Danos tu luz para que sepamos distinguir
cuál es el puesto que tenemos
que ocupar en la vida,
teniendo en cuenta
las necesidades de los demás.
Señor, danos valor
para luchar en contra de todo aquello
que nos ata y nos impide servir.
Señor, queremos ser libres,
ayúdanos a luchar contra todos los prejuicios,
contra todas las fuerzas que nos sujetan
y nos obligan a buscar nuestro interés,
y no a estar al servicio del otro.
Ante ti, Señor. Cuaderno de oraciones.
Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos
Delegación de pastoral. España.
ORACIÓN POR LOS MÉDICOS Y PERSONAL SANITARIO
www.aleteia.org
Padre del cielo, a ti que lo puedes todo:
te pedimos por las personas dedicadas a cuidar la salud de los demás.
Llénalas de amor, protégelas de la enfermedad y la ansiedad,
cuida sus cuerpos, mentes y espíritus, y también a sus familias.
Sé Tú su fuerza y su paz
para que puedan realizar su trabajo con acierto, responsabilidad y compasión.
Dales prudencia a la hora de tomar decisiones y confianza siempre en Ti.
Que su dedicación se vea apoyada por un compromiso político honesto
para que todas las personas puedan acceder
a los tratamientos que necesitan para sus enfermedades.
Te pedimos por los que han perdido su vida
ayudando a los enfermos a recuperarse:
médicos, enfermeros, terapeutas, auxiliares,
personal de limpieza, voluntarios, especialistas
y otros trabajadores sanitarios y asistenciales.
Los que conocemos y tantos héroes anónimos…
Virgen de la Salud, cuida las manos y los corazones
de todo el personal sanitario;
cuida la vocación de quienes se preparan
para ofrecer este precioso servicio a la sociedad.
Amén.
ORACIÓN POR LAS VOCACIONES AL SACERDOCIO
Benedicto XVI, Jornada de Oración por las Vocaciones, 2006
Padre,
haz que surjan entre los cristianos
numerosas y santas vocaciones al sacerdocio,
que mantengan viva la fe
y conserven la seductora memoria de tu Hijo Jesús
mediante la predicación de su palabra
y la administración de los Sacramentos
con los que renuevas continuamente a tus fieles.
Danos santos ministros del altar,
que sean solícitos y fervorosos
custodios de la Eucaristía,
sacramento del don supremo de Cristo
para la redención del mundo.
Llama a ministros de tu misericordia
que, mediante el sacramento de la Reconciliación,
derramen el gozo de tu perdón.
Padre,
haz que la Iglesia acoja con alegría
las numerosas inspiraciones del Espíritu de tu Hijo
y, dócil a sus enseñanzas,
fomente vocaciones al ministerio sacerdotal.
Fortalece a los obispos, sacerdotes, diáconos,
a los consagrados
y a todos los bautizados en Cristo
para que cumplan fielmente su misión
al servicio del Evangelio.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
María Reina de los Apóstoles, ruega por nosotros.
ORACIÓN POR LAS RELIGIOSAS Y RELIGIOSOS
Fabián Martín, agustino recoleto
Oh, Espíritu de amor,
que engalanas a tu Iglesia
con diversos dones y carismas
para enriquecerla en el servicio de la caridad,
haz que los consagrados que pusiste en el mundo para ser luz y sal
no dejen de experimentar pasión por el Evangelio, pasión por la humanidad.
Oh, Espíritu de Dios,
que de entre los bautizados
suscitas el seguimiento de Cristo
para multiplicar en el mundo la belleza de la fe,
haz que aquellos que hacen de esta aventura la norma principal de vida,
busquen lo único necesario: la orientación de su mirada a la fuente del Amor.
Oh, Espíritu del Señor resucitado,
que avivas el ardor por las cosas de Dios,
despierta en entre tus hijos la vocación de profetas
para anunciar al mundo que estás más vivo que nunca;
haz que quienes viven en ti y por ti con un corazón indiviso
conduzcan a los tristes, pobres y olvidados al gozo de la esperanza.
Oh, Espíritu de vida,
que haces nuevas todas las cosas,
atrae con suavidad la atención de los que eliges
para que respondan con prontitud a tu invitación,
y haz que no falten en tu Iglesia testigos creíbles de tu ternura
que esparzan la buena semilla de tu Palabra en el corazón de la tierra.
Oh, Espíritu de santidad,
que habitas en los dóciles de corazón
y los invitas a vivir la perfección de amor,
fecunda a los consagrados con gérmenes de virtud
de tal modo viviendo la pobreza, la obediencia y virginidad,
fulguren con atractivo en la sociedad y espiren el buen olor de Cristo.
Oh, Espíritu de luz,
que iluminas el sendero de los que confían en ti,
haz que los consagrados a ti por particular vocación
encaminen sus pasos tras la luminosidad de tus huellas,
y atentos a la voz de tu Palabra, se den a sí mismos a los demás,
discerniendo siempre cómo te manifiestas en los signos de los tiempos.
Oh, Espíritu de Jesús,
concede a las familias religiosas
el apreciado don de la conversión,
para ser comunidades significativas en tu Iglesia,
expresión de relaciones sólidas y de un diálogo siempre posible,
y maestros y testigos tenaces del encuentro contigo en la oración.
A la Virgen del Magníficat por los laicos
San Juan Pablo II
Oh Virgen santísima
Madre de Cristo y Madre de la Iglesia,
con alegría y admiración
nos unimos a tu Magnificat,
a tu canto de amor agradecido.
Contigo damos gracias a Dios,
cuya misericordia se extiende
de generación en generación,
por la espléndida vocación
y por la multiforme misión
confiada a los fieles laicos,
llamados por su nombre
a vivir en comunión de amor
y de santidad con Él
y a estar fraternalmente unidos
en la gran familia de los hijos de Dios,
enviados a irradiar la luz de Cristo
y a comunicar el fuego del Espíritu
por medio de su vida evangélica
en todo el mundo.
Virgen del Magnificat,
llena sus corazones
de reconocimiento y entusiasmo
por esta vocación y por esta misión. (…)
Virgen valiente,
inspira en ellos fortaleza de ánimo
y confianza en Dios,
para que sepan superar
todos los obstáculos que encuentren
en el cumplimiento de su misión.
Enséñales a tratar las realidades del mundo
con un vivo sentido de responsabilidad cristiana
y en la gozosa esperanza
de la venida del Reino de Dios,
de los nuevos cielos y de la nueva tierra.
Tú que junto a los Apóstoles
has estado en oración en el Cenáculo
esperando la venida del Espíritu en Pentecostés,
invoca su renovada efusión
sobre todos los fieles laicos, hombres y mujeres,
para que correspondan plenamente
a su vocación y misión,
como sarmientos de la verdadera vid,
llamados a dar mucho fruto
para la vida del mundo.
Virgen Madre,
guíanos y sostennos para que vivamos siempre
como auténticos hijos
e hijas de la Iglesia de tu Hijo
y podamos contribuir a establecer sobre la tierra
la civilización de la verdad y del amor,
según el deseo de Dios
y para su gloria. Amén.